jueves, 7 de abril de 2011

El proceso hacia una Identidad Chilena



Por Miguel Angel Fernández
           
            Mientras en España se vivía una crisis demográfica, económica y política causada principalmente por el efecto del clima y las malas técnicas usadas en agricultura en América diversos y variopintos pueblos aborígenes sobrevivían día a día a través de insipientes métodos de obtención de recursos, abrigo y organización, quizás algunos más avanzados que otros pero ninguno con la nitidez suficiente para formar una comunidad política que lograra unificar territorios y familias autóctonas.
            Mientras en España la corona de Aragón unificaba diversas partes de la península con la ayuda de su hermana Castilla, en América Incas y Mejicas irradiaban esferas de influencia sobre técnicas y sistemas de vida a pueblos menos avanzados que ellos, pero aún así no tenían noción de que hacían y seguían viviendo el día a día en un pesaroso intento por lograr las funciones vitales básicas.
            Así entonces, mientras los procesos en Europa llevarían a una España a formar un Imperio que pudiese exitosamente realzar los valores propios de aquellos siglos, lo cual llevaba a sabios y aventureros a imaginarse las más grandes hazañas y desear los más onerosos cargos y títulos que la Monarquía pudiese regalar, en América las comunidades políticas disfrutaban de sus tierras, amaban a sus familias y se regocijaban con los presentes que la naturaleza les concedía en su diario vivir.
            Como bien sabemos, a finales del siglo XV un hombre de aventura, sueños y con un origen tan misterioso como su ruta de viaje en esta hazaña descubre a los ojos occidentales un mundo nuevo, en donde sus habitantes viven en armonía con su entorno, casi como la representación más fidedigna del estado de gracia que se vivía en el paraíso, del cual fueron expulsados Adán y Eva al iniciar su viaje en el conocimiento. Para nuestros nativos felices la llegada del hombre europeo sería descubrir una tierra hostil, llena de perversiones y vicios, completa de egocentrismos y reglas que no se traducían en otra respuesta más que aquel ideal de grandeza incrustado en sus mentes, aquella ansia de inmortalidad que desplegaban sus almas y aquel gusto por el metal que disponían sus bolsillos. Parece ser entonces que el conocimiento que inculcaron los españoles en América fue la manzana prohibida de pueblos aborígenes que vieron derrumbarse sus antiguas costumbres y tradiciones.
            Pues entonces, ¿Qué resultado habrá de este choque de cosmovisiones? ¿Cuál será el resultado de una operación que tiene por misión la búsqueda de metales preciosos y la obtención de un lugar en la historia? Intentaremos dar respuestas a nuestras incógnitas, pero por el momento entenderemos que el choque de cosmovisiones traerá consigo sangre y destrucción, mientras que el afán de fama y fortuna será atenuado por la intención de algunos, los celos de muchos y la avaricia de otros.
            Para poder clarificar nuestras afirmaciones debemos adentrarnos en la América de 1492 en adelante, aquello en donde comienzan a llegar oleadas de españoles, raza que reúne los más variopintos genes de toda Europa, África e inclusive Asia, hombres y mujeres que traían consigo el bagaje de cientos de años de civilización y de una cultura rica y en expansión, con raíces que provenían de siglos atrás y que se remontaban a aquella herencia romano helenística que influirá en América hasta nuestros días. Pero volvamos al hombre americano, a estas tribus familiares, incipientes demostraciones de comunidades políticas mayores, aquel que vivía de la alfarería, los pequeños animales de caza y pesca, la rudimentaria agricultura y la recolección de frutos silvestres. Si bien dos grandes masas de población destacaron en las Indias al momento de arribar hombres blancos, como fueron los Mejicas e Incas, ambas estructuras político – religiosas dejaron al descubierto una fragilidad substancial del hombre americano, a la cual podríamos llamar en palabras occidentales “rigidez institucional”, en donde es engorrosa, compleja y poco clara la elección del nuevo líder. Entenderemos así que las propias limitaciones del sistema de estos pueblos traerán la caída de ellos, en donde a “Rey muerto, Reino sometido”.
            Este hombre americano se veía en nuestras tierras, pero solo en el norte, aquel lugar en donde la influencia inca logro irradiar a los locales, traspasándoles algunas costumbres y técnicas de agricultura. Lo anterior no ocurrió del Valle Central al sur, para muchos del Itata al Toltén, en donde Incas y cualquier otro pueblo que osara a entrar en aquellas tierras se verían enfrentados a un pueblo de origen transandino, pero que encontró su lugar de estancia en la fecunda y tranquila zona antes mencionada. Más al sur existían pueblos algo más primarios, con tradiciones ligadas al mundo mágico y sintetizado en bandas nómades de carácter pescador.
            Todo lo anterior tenía quizás solo un concepto común, una idea que los reunía a todos, ella era la de “supervivencia”. Factor fundamental en el desarrollo de la misma y gran diferencia con el hombre español que llego a estas tierras. Por consecuencia existía una noción distinta en cuanto al paso terrenal, españoles querían buscar que su nombre hiciese eco en la eternidad, aborígenes simplemente que su cuerpo algún día volviese a la tierra que los vio nacer. Es decir, el factor fundamental que explicara el sometimiento de indígenas frente a europeos será la idea de transcendencia, cuestión que impacta directamente sobre el diario vivir, puesto que al mismo momento españoles buscaban la gloria, independiente de cual fuese el resultado de su búsqueda, e indígenas vivir el día. Ello influencia de manera directa en el desarrollo de las técnicas, de agricultura, de ciudades y de comunidades políticas mayores, fiel reflejo son la relación entre organización social y política de ellos. Puesto que si españoles tenían un aparato político estructurado y un aparato militar de igual manera; indígenas, en este caso especifico mapuches, tenían solo cargos militares, que eran activados en caso de necesidad.
            La idea de trascendencia marcará no solo agricultura, ejercito y comunidad política, sino que también dejara un sello imborrable en todo lo que el hombre blanco llama “Cultura”, diremos así que el punto esencial de dicho concepto radica en la consciencia de estar generándola, bajo ello en Chile y en toda América jamás existió Cultura mientras no llegaba el hombre europeo. Y la importancia de ella radica en la forma de entender a una sociedad, de comprender los procesos que ocurren en ella y de analizar el futuro de la misma. Bajo esta mirada los indígenas no eran más que un grupo de niños aprendiendo a caminar, sin tener idea de que sus pasos marcan su historia.
            Pero esta Cultura inexistente en pueblos autóctonos, que si bien tenían costumbres y tradiciones no poseían noción de ellas de manera trascendente sino que más bien eran repeticiones de actitudes de antepasados, ira tomando forma al ocurrir el choque de cosmovisiones entre el mundo hispano y el araucano. Un proceso que durara más allá de las fronteras del descubrimiento y conquista al cual hacemos alusión.
            El español ya había llegado a las tierras conocidas como Chile, bajó ellas se había ubicado en dos ocasiones, una de paso oscuro y accidentado y otra de férreas peleas y búsqueda de aquel ideal caballerístico que poseían los aventureros españoles, que además corrían por montones y veían en América el ideal de vida que presentaba su paradigma. Aquel paradigma que importaron a nuestro país, que ubicaron en ciudades, instituciones y modelos de organización familiar. Modelo que contrastó con lo conocido por araucanos, quienes utilizaban un modelo tribal más sencillo y sin grandes pretensiones, mientras españoles se ubicaban en solares, generaban los primeros latifundistas y obtenían mano de obra de otros pueblos con aún menor nivel de apego a vivir y no sobrevivir que los araucanos.
            Durante el período conocido como Conquista la sangre fue el mejor testigo de una guerra de cosmovisiones, destrucción de ciudades y despilfarro de vidas fueron parte de medio siglo de cruentas peleas que terminaron por iniciar el proceso de unión o mestizaje de los pueblos, es aquí donde el europeo logra imponer su Cultura, permite que ciertos rasgos de lo autóctono se filtren a ella, pero que jamás la deformen o moldeen, simplemente se permitirá lo que aquella engreída pero a la vez armoniosa Cultura europeísta quisiese mostrar de la tierra que llego a dominar. Y como un tejido, los ideales, conocimientos y abstracciones propias del occidental se hacen parte del nuevo mundo, llevando su cimientos a los lugares más lejanos y obteniendo el fruto de la tierra para sí, a cambio de ello dejarán siglos de conocimiento y de madurez cívica, un ideal filosófico y una idea de inmortalidad y libertad que significara a la postre la destrucción del mismo puente político administrativo que se generó durante la época colonial. Lo que sí, jamás lograran derrumbar el puente intelectual que une a ambas tierras puesto que la unión espiritual entre ambos termine siendo un inconsciente colectivo que da lugar al alma de la civilización, aquella misma que hasta el día de hoy permite universalidad occidental.
            Prueba de lo anterior es nuestro sistema de organización política, las bases de nuestras instituciones y sobre todo el Derecho que rige en nuestro país, nosotros hemos seguido más o menos al pie la evolución de todos estos aspectos en relación al viejo continente. Mientras hasta inicios del siglo XIX se veía aún una unión religioso – jurídico – política es a partir de esa fecha en donde el mundo occidental empieza a sacarle el velo de la Iglesia y comienza el proceso de laicización de las instituciones, a nosotros esto nos ocurre desde los gobiernos de Domingo Santa María y culminara con don Arturo Alessandri Palma y su Constitución en 1925. Si bien con cierto retraso las ideas cívicas europeas entran a nuestra concepción de sociedad con una facilidad admirable, fruto de nuestra intrínseca y espiritual unión con la cuna de nuestra cultura.
            Es posible ver la diferencia substancial de las cosmovisiones que chocaron luego de 1492 en América en una sola palabra, Cultura, pero entendida como el pensamiento colectivo que de manera consciente genera expresiones del alma humana y lo lleva al campo de lo físico, y no tan así como la simple expresión física, cuestión bajó la cual todo asentamiento humano deja huella, pero sin consciencia de que se está haciendo, he allí el factor clave para nuestra separación.
            A su vez como cualquier proceso humano, los cambios generan respuestas de uno y otro lado, en el caso de Chile fue la llamada Guerra de Arauco, en donde tanto Toquis como Caciques y Gobernadores con Capitanes vieron desvanecidas sus pretensiones en pos del fusil, la espada o el mazo. Pero de ellos mismos se formó lo que hoy conocemos como Chile, aquella palabra que paso de ser una simple zona en el mapa a una larga franja de costa con diversidad de todo tipo. Tan larga quizás como el proceso de lograr su identidad propia, su Cultura si podemos hablar de ella y la transformación de la misma a través de la historia.
            Podremos decir entonces que nuestra historia cultural yace en sangre y crónicas, en mestizajes e intercambios. Entonces somos un país de mezclas, una cultura de ellas también pues desde tiempos en España nos dimos cuenta que ninguno era tan puro, sino más bien todos eran parte de uno, de aquel que con ansias de fama y fortuna se embarco a las Indias, a ese Nuevo Mundo del cual formamos parte y encontramos nuestros pies en su tierra, pero nuestras mentes siempre han estado al otro lado del Atlántico.

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